Osho El equilibrio Cuerpo- Mente
La medicina occidental ve al hombre desde una óptica
mecánica, por lo que hasta donde puede funcionar bien la mecánica, funciona.
Pero el hombre no es una máquina, el hombre es una entidad orgánica, y no
necesita que se trate solamente la parte enferma. La parte enferma es solo un
síntoma de que el organismo entero está pasando por dificultades. Solo se
muestra la parte enferma porque es la más débil. Tratas la parte enferma, la
curas... pero entonces surge la enfermedad en algún otro lugar. Has evitado que
la enfermedad se manifieste, a través de la parte mala; la has hecho más
fuerte. Pero no has comprendido que el hombre es un conjunto: o está enfermo o
está sano, no hay punto intermedio.
Debe tomarse como un organismo integral. Es algo primordial
que hay que comprender: el cuerpo siempre está dispuesto a escucharte, pero
nunca has hablado con él, nunca te has comunicado con él. Has estado dentro de
él, lo has usado, pero nunca se lo has agradecido. Él te sirve, y lo hace de la
manera más inteligente posible. La naturaleza sabe que es más inteligente que
tú, y por eso las cosas importantes del cuerpo no se han dejado a tu cuidado,
se le han encomendado a él mismo. Por ejemplo el respirar, el latido del
corazón, la circulación de la sangre o la digestión de la comida, no se ha
dejado a tu cuidado, de lo contrario hubieras tenido problemas mucho antes. Si
la respiración se hubiera puesto en tus manos, habrías muerto. No hay
posibilidad de sobrevivir si te puedes olvidar de respirar en cualquier
momento. Al pelearte con alguien puedes olvidarte de respirar. Al dormir por la
noche puedes olvidar los latidos de tu corazón. ¿Cómo vas a acordarte? ¿Y te
das cuenta de la cantidad de trabajo que tu aparato digestivo está haciendo? No
dejas de comer y crees que estás haciendo un gran trabajo. El hecho de comer lo
puede hacer cualquiera.
La sabiduría del cuerpo habrás oído hablar de los
alquimistas, hombres que intentaban transformar metales básicos en oro; tu
cuerpo lo hace mucho mejor: transforma en sangre o en huesos todas las
porquerías que le arrojas. Pero no solo lo transforma en sangre y en huesos:
con todos los elementos nocivos que entran en tu cuerpo, crea el cerebro. Del
helado, de la Coca-Cola sigue formando tu cerebro; un cerebro que puede dar
origen a un Rutherford, un Albert Einstein, un Buda, un Zarathustra, un Lao
Tzu. ¡Date cuenta del milagro! Un cerebro, algo tan pequeño, encerrado en un
pequeño cráneo... un simple cerebro puede contener todas las bibliotecas del
mundo. Su capacidad es casi infinita. Es el método de memoria más
extraordinario. Si quisieras hacer un ordenador con la misma capacidad
necesitarías un enorme espacio para hacerlo funcionar. Y está encerrado en tu
pequeño cráneo. Habla con tu cuerpo Una vez que comienzas a comunicarte con tu
cuerpo, todo empieza a ser muy fácil. No hace falta forzar al cuerpo, hay que
persuadirlo. No hace falta luchar con él: resulta desagradable, violento,
agresivo, y cualquier tipo de conflicto creará más y más tensión. No necesitas
tener ningún conflicto: deja que la comodidad sea la norma. Trata de estar
atento durante siete días... Al principio parecerá un poco absurdo, porque
nunca se nos ha enseñado a hablar con nuestro propio cuerpo, cuando a través de
él pueden ocurrir milagros.
Ya están sucediendo sin que te des cuenta. Cuando te digo
algo, mi mano lo sigue con un gesto. Te estoy hablando: mi mente te está
comunicando algo. Mi cuerpo la sigue. El cuerpo está compenetrado con la mente.
Cuando quieres levantar la mano, no tienes que hacer nada: simplemente la
levantas. Solo con la idea de querer levantarla tu cuerpo la obedece, es un
milagro. De hecho, la biología o la psicología todavía no han sido capaces de
explicar cómo sucede. Por ejemplo, yo estoy hablando contigo y mi mano continúa
colaborando, no hay intervalo de tiempo. Es como si el cuerpo corriera paralelo
con la mente. Es muy sensible: deberíamos aprender a hablarle, y pueden hacerse
muchas cosas. Escucha al cuerpo Sigue al cuerpo. Nunca trates de dominarlo de
ninguna manera. El cuerpo es tu base. Una vez que comiences a entender a tu
cuerpo, el noventa y nueve por ciento de tus sufrimientos, desaparecerán de la
manera más sencilla. Pero no quieres hacer caso. El cuerpo dice: «¡Para! ¡No
comas!».
Pero sigues comiendo, le haces caso a la mente. La mente
dice: «Está buenísimo, delicioso. Un poco más». No escuchas al cuerpo. El
cuerpo se siente asqueado, el estómago está diciendo: «¡Basta! ¡Ya tengo
suficiente! ¡Estoy cansado!». Pero la mente dice: «Fíjate qué sabor... come un
poco más». Te guías por lo que dice la mente. Si escuchas al cuerpo, el noventa
y nueve por ciento, de los problemas desaparecerán sin darte cuenta y el uno
por ciento restante serán tan solo accidentes, no problemas serios. Pero desde
la infancia hemos sido apartados del cuerpo, nos han alejado de él. El niño
está llorando, el niño tiene hambre y la madre está mirando el reloj, porque el
médico le ha dicho que solo cada tres horas hay que darle de mamar. No está
mirando al niño. El niño es el verdadero reloj al que hay que mirar. La madre
escucha al médico, y el niño está llorando, está pidiendo comida, necesita
comer ahora mismo. Si al niño no se le da de comer enseguida, se le está
apartando del cuerpo. En lugar de darle comida le das un chupete. Lo estás
engañando y lo estás defraudando. Le estás dando algo falso, de plástico; estás
intentando distraerlo, pero destruyes su sensibilidad corporal. No se le
permite a la sabiduría del cuerpo dar su opinión, es la mente la que se hace
cargo. El niño se está calmando con el chupete, se duerme. Entonces el reloj
dice que ya han pasado las tres horas y que puedes alimentar al niño. Pero el
niño ahora está profundamente dormido, ahora su cuerpo duerme; lo despiertas,
porque el médico dice que hay que darle leche. Destruyes de nuevo su ritmo.
Poco a poco, alteras su organismo.
Llega el momento en que pierde el sentido de su cuerpo. No
sabe lo que este quiere: no sabe si quiere comer o no quiere comer; no sabe si
el cuerpo quiere hacer el amor o no. Todo es manipulado desde el exterior.
Miras la revista Playboy y al cuerpo le apetece hacer el amor. Esto es algo
tonto, es producto del estímulo de la mente. El acto del amor no resultará gran
cosa; será tan solo como un estornudo, un alivio, nada más. No es amor en
absoluto. ¿Cómo va a surgir el amor a través de la mente? La mente no sabe nada
del amor. Todo llega a convertirse en un deber. Tienes una esposa, tienes un
marido, tienes un amante, tienes que hacer el amor; se convierte en un deber.
Ya no hay sitio para la espontaneidad. Entonces empiezas a preocuparte porque
sientes, que nada te está satisfaciendo. Buscas a otra mujer. Empiezas a
pensar: «Quizá esta mujer no sea la adecuada para mí. Puede que no sea mi alma
gemela. A lo mejor no está hecha para mí. Yo no estoy hecho para ella, porque
no me excita». La mujer no es el problema, el hombre no es el problema: tú no
estás dentro de tu cuerpo, ella no está dentro de su cuerpo. Si la gente
estuviera dentro de su cuerpo, nadie se perdería esa maravilla llamada orgasmo.
Si la gente estuviera dentro de su cuerpo, conocería los primeros atisbos de
Dios a través de sus experiencias orgásmicas.
Escucha a tu cuerpo, sigue a tu cuerpo. La mente es tonta,
el cuerpo es sabio. Si consigues entrar a fondo en tu cuerpo, en todas esas
profundidades encontrarás tu alma. El alma está escondida en las profundidades
del cuerpo.
El cuerpo es un milagro Es extraordinariamente hermoso,
extraordinariamente complejo. No hay otra cosa tan compleja, tan sutil como el
cuerpo. No sabes nada de él. Solo lo has mirado en el espejo. Nunca lo has
mirado hacia el interior; te darías cuenta de que es un universo en sí mismo.
Eso es lo que los místicos han estado diciendo siempre: el cuerpo es un
universo en miniatura. Si lo ves desde el interior es tan vasto: millones y
millones de células, y cada una de ellas vivas en sí mismas, cada célula
funcionando de una manera tan inteligente que casi parece increíble, imposible,
inconcebible. Cada célula funciona tan sistemáticamente, de una manera tan
ordenada, con tal disciplina interior, que casi parece imposible: millones de
células. Setenta millones de células existen dentro de tu cuerpo, setenta
millones de almas. Cada célula tiene su propia alma. ¡Y cómo funcionan! Con qué
coherencia funcionan, con qué ritmo y armonía. Y las mismas células se
convierten en tus ojos, y las mismas células se convierten en tu piel, y las
mismas células se convierten en tu hígado, y en tu corazón, y en tu médula, y
en tu mente y en tu cerebro.
Las mismas células se especializan, entonces se convierten
en células especializadas, pero son las mismas células. Y cómo se mueven y cómo
trabajan, sutil y silenciosamente. Penetra en el cuerpo, penetra en el fondo de
su misterio. Porque son tus raíces. El cuerpo es tu tierra; tú estás enraizado
en el cuerpo. Tu conciencia es como un árbol en el cuerpo. Tus pensamientos son
como frutos. Tus meditaciones son como flores. Pero tú estás enraizado en el
cuerpo, él te apoya. El cuerpo apoya todo lo que estás haciendo. Amas y el
cuerpo te apoya. Odias y el cuerpo te apoya... Quieres matar a alguien y el
cuerpo te apoya. Quieres proteger a alguien y el cuerpo te apoya. En la
compasión, en el amor, en la ira, en el odio, en cada momento, el cuerpo te
apoya. Estás enraizado en el cuerpo, te estás nutriendo del cuerpo. Incluso
cuando empiezas a darte cuenta de quién eres, el cuerpo te apoya. Es tu amigo,
no es tu enemigo. Escucha su lenguaje, descodifícalo, y poco a poco, según
penetres en el libro del cuerpo y pases sus páginas, llegarás a darte cuenta
de todo el misterio de la vida. Condensado, está dentro de él. Aumentado un
millón de veces, está extendido por todo el mundo. Pero, condensado en una
pequeña fórmula, está presente en tu cuerpo.
El cuerpo entraña todos los misterios El cuerpo entraña
todos los misterios del universo, es un universo en miniatura. La diferencia
entre el cuerpo y el universo es solo de cantidad. Así como un simple átomo
encierra todos los secretos de la materia, el cuerpo contiene todos los
secretos del universo. No necesitas salir a buscar ningún secreto, más bien
debes penetrar en tu interior. Hay que cuidar el cuerpo. No deberíamos estar en
su contra, no deberíamos condenarlo. Respeta tu cuerpo, ama tu cuerpo, cuídalo.
Las supuestas religiones han creado antagonismo entre el hombre y su cuerpo. Es
cierto que no eres el cuerpo. Pero eso no quiere decir que tengas que estar en
contra de él, es un amigo. El cuerpo puede mandarte al infierno, así como
también puede mandarte al cielo. Es simplemente un vehículo. Es neutral, donde
sea que quieras ir, él está listo. Es una maquinaria de inmensa complejidad,
belleza, orden. Cuanto más comprendemos al cuerpo, más respeto le tenemos.
Albert Einstein tenía unas cualidades que no tiene su cadáver, que no puede
tener. Muere un poeta, el cadáver está ahí, pero ¿dónde está la poesía? Muere
un genio, tenemos su cadáver, pero ¿dónde está el genio? El cadáver de un
idiota y el cadáver de un genio, son lo mismo. Al diseccionar el cadáver no
serás capaz de saber si pertenecía a un genio o a un idiota, si pertenecía a un
místico o a alguien, que nunca fue consciente de ningún misterio de la vida.