
Proponte sentarte en silencio durante al menos 20 minutos en la mañana y 20 minutos en la noche, con los ojos entreabiertos y mirando hacia abajo.
La respiración debe ser lenta y el cuerpo debe permanecer inmóvil. Comienza a cantar ¡aum! (Se pronuncia om, entonando unos segundos la “o” y luego igual la “m”, dependiendo de lo largo que se haga) en tu interior. No hay necesidad de sacarlo afuera: será más penetrante con los labios cerrados; ni siquiera la lengua debería moverse. Canta ¡aum! Rápidamente: aum, aum, aum, aum; rápido y fuerte pero dentro de ti.
Siente que vibra por todo tu cuerpo, después la cabeza, de la cabeza a los pies. Cada ¡aum! Cae en tu conciencia como una piedra arrojada a un pozo, y surgen ondulaciones que se expanden hasta el final. Las ondulaciones se siguen expandiendo hasta cubrir todo el cuerpo.
Haciendo esto habrá momentos, y serán los momentos más hermosos, en que no estarás repitiendo y todo se habrá detenido… De pronto te darás cuenta de que no estás cantando… y que todo se ha detenido.
Haciendo esto habrá momentos, y serán los momentos más hermosos, en que no estarás repitiendo y todo se habrá detenido… De pronto te darás cuenta de que no estás cantando… y que todo se ha detenido.
¡Disfrútalo! Si comienzan a surgir pensamientos, comienza a cantar otra vez.
Y cuando lo hagas por la noche, hazlo por lo menos dos horas antes de dormir. De lo contrario, si lo haces justo antes de acostarte no podrás dormir, porque te sentirás tan fresco que no tendrás sueño.
Tendrás la sensación de que es de mañana y has descansado bien, así que ¿para qué ir a dormir?
Y cuando lo hagas por la noche, hazlo por lo menos dos horas antes de dormir. De lo contrario, si lo haces justo antes de acostarte no podrás dormir, porque te sentirás tan fresco que no tendrás sueño.
Tendrás la sensación de que es de mañana y has descansado bien, así que ¿para qué ir a dormir?
Puedes encontrar tu propio ritmo. Al cabo de dos o tres días encontrarás el adecuado para ti; para algunas personas es muy rápido: aum, aum, aum, casi un ¡aum! sobre otro, les va bien. Otros lo prefieren en forma muy lenta, así que depende de ti.
Pero lo que sea que te guste, sigue haciéndolo. La música produce tal grado de armonía que hasta Dios comienza a hacerte señas, a decirte que sí.
La música es sobrenatural… de pronto el cielo comienza a tocarte; te hallas abrumado por el mas allá. Y cuando el más allá se acerca a ti, cuando se oyen las pisadas del más allá, algo en tu interior recoge el desafío y se vuelve silencioso, más quieto, más calmado, sereno, tranquilo.
Una de las experiencias más grandiosas de la vida es aquella en que la música te rodea, te abruma, te inunda, y la meditación comienza a crecer en ti. Cuando la meditación y la música se encuentran, la materia y la conciencia se encuentran. Esa es la unión mística.
La música es sobrenatural… de pronto el cielo comienza a tocarte; te hallas abrumado por el mas allá. Y cuando el más allá se acerca a ti, cuando se oyen las pisadas del más allá, algo en tu interior recoge el desafío y se vuelve silencioso, más quieto, más calmado, sereno, tranquilo.
Una de las experiencias más grandiosas de la vida es aquella en que la música te rodea, te abruma, te inunda, y la meditación comienza a crecer en ti. Cuando la meditación y la música se encuentran, la materia y la conciencia se encuentran. Esa es la unión mística.
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